19 septiembre 2006

LA CHISPA POSTAL # 3 EDITORIAL

Las posiciones del grupo que editamos este boletín

2 Comments:

At 6:20 p. m., Blogger La Chispa Postal said...

EDITORIAL

PROBLEMAS DE ORGANZACIÓN

La organización obrera es la herramienta de los trabajadores para resistir a los ataques de la empresa, que busca devaluar nuestras condiciones laborales. Pero más allá de momentos puntuales de empuje de los trabajadores contra una agresión concreta, la organización supone la continuidad en el tiempo y en el espacio de esa lucha que, aunque no siempre se materialice respecto a una agresión empresarial o a una situación especialmente negativa, sigue existiendo en la medida en que mantiene esa organización. Le da vida continua y con ello logra que no sólo sea un instrumento de reacción y resistencia, sino también de ataque y ofensiva, un órgano activo de la voluntad de los trabajadores de imponer a la Empresa sus necesidades. Por ello la organización obrera sirve para llevar a cabo esa guerra de guerrillas continua en la que se busca imponer nuestras necesidades al capital. Y llevando esta lucha la organización atrae a los trabajadores ajenos a ella ya que por la dialéctica misma de la relación entre capital y trabajo los proletarios tienden a ser cada vez más explotados y en peores condiciones cada vez, sufriendo descensos del salario, etc. y su única salida es organizarse para frenar la competencia que se hacen entre ellos y permite los agravio patronales. Es así, aglutinando cada vez a más trabajadores como se va consiguiendo la unidad de clase.

No hay que pensar que éste es un proceso matemático en el que una mala situación de los trabajadores corresponda inmediatamente a la organización y la unión. Es un proceso fluctuante, con altibajos, donde múltiples factores intervienen… pero desde luego, en última instancia y a más o menos largo plazo, es algo que tiende a suceder. Desde luego lo que jamás hay que pensar es que la organización de los trabajadores sea fruto de la libre voluntad, del conocimiento ideológico perfecto o, en una palabra, de la conciencia clara de la explotación y sus causas. Es una necesidad más amplia que el conocimiento individual puede no entender al principio, no es cuestión personal sino de clase.

De hecho la historia de la organización obrera surge prácticamente en el mismo momento en que empieza a existir el actual sistema de producción. Y hasta hoy no ha desaparecido nunca, pese a los malos momentos, como el actual, que pueda pasar. Si esto ha sido así es precisamente porque el capitalismo como sistema basado en la competencia proletaria por el salario tiende continuamente a generar esta organización y esta unidad. Y lo hace por su propio movimiento, sin ningún apriorismo ideológico ni sectario, pese a que luego estos puedan contar.

Esto no significa que la organización surja por generación espontánea y se mantenga por inercia. Al contrario, lucha continuamente por su existencia contra la burguesía en general y contra las distintas patronales en particular. De hecho históricamente ha pasado por muchas fases: desde la ilegalidad primitiva de su misma existencia hasta la libertad vigilada en épocas de paz social, pasando por la feroz represión en tiempos de guerra y crisis. La organización ha pasado por muchas fases, pero lo que realmente la diferencia en unos casos de otros es la medida en que ha mantenido más o menos firme una sola cosa: la independencia de clase como organización proletaria enfrentada a la burguesía. Esta independencia, ya se pasase por una época de legalidad o de represión era lo que la convertía en un dique de defensa para los trabajadores, era lo que daba cuenta de su naturaleza.
En esta perspectiva, la burguesía ha luchado siempre, después de los primeros intentos de ilegalidad simple de las organizaciones, integrarlas en su aparato de gobierno mediante ciertos compromisos asumidos por ambas partes que revertían en garantizar la paz social a cambio de mejoras y privilegios para ciertos sectores de la clase trabajadora. Así, ya ha logrado convertir las organizaciones obreras en elementos de conexión, de integración, entre la clase obrera y la burguesía. Dándoles beneficios, contando con ellas en ciertos aspectos productivos, en fin dándoles derechos sociales pese a persistir la explotación general de los trabajadores. En vez del enfrentamiento queda la cohesión. Y todos sabemos lo que significa realmente esta cohesión, esta unidad.

Aquí conviene examinar dos aspectos. Primero ¿por qué ha hecho esto la burguesía? Para entenderlo hay que entender antes una cosa: sin organización independiente de clase no hay lucha de clases. Aniquiladas las posibilidades de los trabajadores para reunirse, confrontar ideas y prácticas y, especialmente, sostener orgánicamente su unión y su perspectiva combativa, desaparece la lucha como tal y sólo queda, en el mejor de los casos el acto espontáneo y sin continuidad.
Sin organización no hay permanencia, no hay experiencia ni dirección. Tampoco hay extensión, no es posible estar en todas partes donde hay conflictos ni responder conjuntamente a ellos. No hay unidad.
Segundo: ¿qué significa haber integrado a las organizaciones obreras? Significa haberles hecho partícipes de ciertas cotas de beneficio en el marco de las relaciones sociales actuales a cambio de su respaldo entre los trabajadores de estas mismas. Significa cooptar para los cuadros medios del sistema a ciertas capas obreras, mejor retribuidas, con más derechos sobre las que se sustentan unos sindicatos, etc. convertidos en meros centros de gestión de la mano de obra.
Pero no debe entenderse que esto consista en que simplemente se ha “comprado” a las direcciones sindicales a cambio de una política moderada y que basta echarlas para poner las cosas de nuevo en su sitio. De hecho se permiten grandes cotas de radicalidad a los sindicatos vendidos, incluso algo de violencia: ahí está astilleros para demostrar cómo se piden más privilegios a costa del resto de trabajadores con cócteles molotov.
Significa que toda noción de organización entre los trabajadores contra sus empresarios como representantes de dos polos opuestos de la sociedad ha desaparecido y ahora sólo existen organismos que gestionan las relaciones de explotación. Significa que la defensa obrera se entiende ahora como los ajustes de las asperezas más escandalosas, como un servicio meramente jurídico de conciliación entre trabajadores y empresarios. En fin, han desaparecido por tanto los resortes materiales en que pudiéramos apoyarnos para salir del fango.

¿Acaso no lo vemos también en CGT? Un sindicato donde predomina la orientación judicialista y electoral que suprime la movilización de los trabajadores y la agitación a cambio de recursos ente la autoridad competente, demandas judiciales, peticiones formales a la Empresa para que no viole demasiado lo que ella misma ha pactado. ¿Qué es esto sino la política de suavizar las fricciones y enfriar la tensión? La política de integración. Y no se trata de que el sindicato se comprometa mucho con la empresa o que pacte mucho sino de que tiene como tarea simplemente hacer esto, acomodar a ambos contrincantes en un ring donde, aunque se empeñe en no saberlo, se está obligado a luchar y donde sólo cabe que gane uno. Pretende existir como sindicato para insertarse en la dinámica empresarial y conseguir mejoras en ella, por eso no se opone frontalmente a ésta sino que quiere suavizarla ¡incluso arguyendo que es lo mejor hasta para la Empresa! Las elecciones sindicales, los delegados, etc. han dejado de ser un medio para la defensa de los intereses de los trabajadores y han pasado a convertirse en un fin.
Y así es asumido por los mismos trabajadores y afiliados, entre quienes se ha perdido la mínima noción de qué es organizarse precisamente como trabajadores. Se asume que el sindicato es un simple mediador judicial, solucionador de contenciosos a pequeña escala que reporta apoyo en ciertas soluciones a cambio de una cuota trimestral. ¿Cuántos afiliados hay en nuestra sección sindical? Unos doscientos ¿Cuántos vienen a las asambleas? Ni la décima parte. Pero aún más ¿cuántos cumplen con las resoluciones sindicales, cuántos hacen lo que desde el Secretariado Permanente se acuerda? Muchos menos. En efecto, la estanca en el sindicato es por mero asistencialismo, pero es que al fin y al cabo la dirección no da posibilidades de más y se ha pasado tantos años así que ahora es muy difícil reanudar un hilo que casi se ha perdido.

Ante este estado de cosas y teniendo en cuenta que tarde o temprano van a volver los malos tiempos, sólo debería existir una preocupación para nosotros y el resto deberían estar comprendidas en ésta: construir la organización desde el principio. Asumir que una organización es para luchar y aplicarlo prácticamente sobre el material que tenemos. Y para ello garantizar una orientación clasista que garantice nuestra independencia. No es sólo dinamismo y soltura en la organización lo que hace falta sino un trabajo orientado hacia nuestra defensa real como trabajadores pivotando sobre los ejes básicos: lucha de clases, independencia de clase y organización de clase, unidas en una dialéctica que configura con ellas un solo cuerpo.

 
At 12:02 p. m., Blogger La Chispa Postal said...

EDITORIAL

SOBRE LA UNIDAD DE LOS TRABAJADORES.

Para poder tratar este tema que versa en el título, vamos a realizar un leve trabajo de semántica. Ha quedado ya muy manida la palabra “unidad” y requiere quedarse pensando un momento para recordar su contenido, del que lleva mucho tiempo despegada. ¿Qué supone en realidad? ¿qué trabajo necesita para que podamos hablar de verdadera unidad de los trabajadores? Se suele usar muchas veces, es una palabra muy recurrente; pero para poder decir plenamente que existe debemos tomar en cuenta que ésta involucra que haya unos intereses compartidos, que dependen de unas mismas condiciones materiales y finalmente también implica un hacer en común. Todo esto nos va a servir para hacer una radiografía a la estructura de los que trabajamos en Correos, ver si existe tal unidad capaz de servirnos como base sobre la que emprender una lucha.

En primer lugar, tenemos como primera condición comunidad de intereses, intenciones o necesidades. Si todos queremos lo mismo, entonces hay un comienzo para una andanza unidos. Ahora bien, trasladados a la realidad de Correos, en la empresa como trabajadores tenemos las mismas necesidades aparentemente, pero en un sentido más profundo unos necesitan imperantemente más sueldo, otros lo que más necesitan es que los contraten indefinidamente, otros querrían tener las mismas condiciones que los funcionarios y éstos no perderlas; los despedidos que fuesen readmitidos y los parados más contratos. Éste es el abanico de intereses, la heterogeneidad de necesidades en la que te encuentras mirando un poco más profundamente. Y no pretendemos aquí hacer notar más nuestras diferencias, muy contrariamente es un intento por analizar las claves que nos van a llevar a una verdadera unión, sin fisuras, que aunque por el momento no se manifiestan precisamente vendrán a manifestarse por sorpresa y desordenadamente en un momento de lucha; así que conviene reflexionar sobre el tema.
Otra similitud la podemos establecer entre Correos y otras empresas del mismo sector productivo, por ejemplo Unipost, Seur y el resto de empresas del sector postal o mensajerías privadas, que se encuentran en condiciones peores que en Correos en temas como el horario de trabajo, sueldo, mayor inestabilidad, etc…
¿A qué se deben éstas diferencias de necesidades o de intereses que no siendo acusadas, son un problema presente? Es obvio que cuando se tienen unas condiciones de trabajo dadas los intereses en torno al mejoramiento de éstas vayan en el mismo sentido. Según cada categoría hay un interés que nos va a mover en un sentido o en otro.
El hecho de que las empresas agrupen mediante determinadas categorías a los trabajadores, sirve bien para dividirles; si esas categorías entraman diferencias en las condiciones de trabajo, mucho más. Cuanto más homogéneas sean las condiciones, más se acercarán nuestros intereses. Por eso es reivindicación del movimiento obrero que “a igual trabajo, igual salario y mismas condiciones”.

Como la unidad se construye, se consigue en la acción continua en concordancia con las premisas anteriores; se trata de que donde existen distinciones por categorías, donde unos están peor que otros, se haga todo lo posible por aumentar el nivel de los de la categoría inferior. Una prioridad constante en la lucha obrera ha de ser la de reivindicar que los parados, los despedidos, los temporales, consigan unas condiciones semejantes a los de todos los trabajadores.

Ahora bien, esto es un principio que se debe aplicar en la organización obrera para que ésta sea en beneficio de toda la clase. En contradicción con éste principio se encuentra lo que podemos denominar como “reivindicaciones por privilegios”. Esto supone que en el contexto en el que se desarrolla una lucha en el que existen trabajadores en mejores condiciones que otros, las peticiones se realicen en función de los intereses de los primeros, dejando de lado a los de peores condiciones. Llevándolo a un ejemplo concreto, supondría pedir más vacaciones para unos, mientras otros no tienen derecho a vacaciones. O en un ejemplo más real, pedir que se equipare a los funcionarios al nivel del resto de las administraciones públicas, mientras hay trabajadores en la empresa a los que han despedido por denunciar a los tribunales que después de x años trabajando como temporales en la empresa se les hiciera fijos. De conseguirse tal petición solamente agravaría las diferencias entre unos y otros; porque mientras unos estarían mirando por el mantenimiento de su estatus, los despedidos estarían ahora solos en su lucha por tener sustento. Implica una separación de condiciones, luego de intereses y finalmente de acción.

Convendría aplicar el mismo análisis a la hora de entender las posiciones y estrategias desde las que miramos los procesos en Correos. Si hay una estrategia aceptada por todos y que podamos definir dentro de “reivindicaciones por privilegios”, esa es la posición ante la liberalización de la empresa.
Todos los sindicatos actualmente; amarillos o bicolores, sean del color que sean, tienen una política sindical en común anti-liberalización; no en tanto en cuanto nuestras condiciones se devalúen pues llevan años haciéndolo antes de que se entrara en el proceso, sino en tanto en cuanto ellos prefieren una mayor intervención estatal –al fin y al cabo viven de ello-. Llevan haciendo propaganda a favor de la no-liberalización desde hace ya un tiempo y, nosotros, a fuerza de la insistencia de su propaganda, hemos tomado como correcta una posición ante la cuestión del libre mercado que convendría mirar más exhaustivamente y ver en realidad como nos afecta.
A nosotros el que la empresa no se privatice pero sigamos perdiendo condiciones de trabajo nos supone lo mismo que si lo hace. Más aún, si no lo hiciera continuaría una división más rígida y profunda entre los trabajadores con privilegios funcionariales y los demás, que haría muy difícil nuestra común defensa.
Concretamente ésta es una posición que se erige en defensa de los más privilegiados, inclusive, como ya lo apuntamos en otro artículo, muchos cargos medios de la empresa como jefes o ejecutivos van a ser los que más salgan perdiendo, pierden status. Los demás ya llevamos perdiendo mucho tiempo antes; y si viene una liberalización a homogeneizar a los trabajadores de Correos, a eliminar una categoría privilegiada que obstaculiza los lucha del conjunto, la de las condiciones de todos; todavía nos facilita lo más importante, el objeto de más que hace triunfar las luchas: la unidad. Estaría ahora en nuestras manos la consecución de mejoras, con más facilidad que antes, porque tendremos los mismos intereses.

Finalmente la posición contra la liberalización que los sindicatos enarbolan, con la que nos azuzan les sirve para decirle a la empresa la empresa: liberalización sí, pero con comisión que sigamos recibiendo dinero y subvenciones.

 

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